miércoles, 23 de noviembre de 2011

aceptando una realidad

Estoy contenta ahora, acá pensando, deseando, amando y soñando. Es un momento que no puedo dejar de agradecer. Estoy cómoda y tengo todo lo que necesito. Tengo las herramientas justas para crear todo aquello que me hace feliz y a los demás. Sé que puedo crear mi mundo y soy paciente. Tolerante conmigo. Con mis defectos, con mis fallas y mis errores. Porque los ingredientes están, las semillas plantadas... Los caminos correctos, abiertos se muestran, al fin. Unos más cerca, otros un poco más lejos, otros son más largos o también algunos más cortos. Los hay de diferentes colores, para los distintos momentos de la vida. No tengo hambre ni sed, y siento paz. Agradecimientos especiales a la paz.

Estoy contenta porque vivo un gran amor. Un amor completo y potente. Enérgico, drástico y pasional. También porque estoy aprendiendo a experimentar la libertad. Puedo elegir, y cada vez serme más fiel. Puedo enfocarme en aprender lo que yo quiera y más me haga feliz. En todos los aspectos de la vida. Puedo cambiar, mejorar y crecer. Ser sabia, experimentada. Talentosa, apreciada, perdonada. Estoy orgullosa, a veces, del poder que encuentro en mi. Ese que se sobrepone. Que no me deja caer, o me ayuda a levantar. Es un poder que tuve que encontrar, acomodar y nutrir. Entonces... Tengo que creer. 

Ya no me presiono por insertarme a la sociedad, porque llegué a aceptarme como soy y a no sentirme mal por no ser como los demás... Por ser normal. No quiero basar mi vida en ese prototipo. En eso que acordó la sociedad mucho antes de que yo naciera. Yo no creo que nadie tenga toda la razón. Yo no creo en esas verdades que no siento, ni quisiera vivir ciertas reglas extracurriculares. No creo en esos límites inexplicados, ni en los números como respuesta. No creo en las 24 horas del día ni en los 12 meses del año. No concuerdo. Simplemente. Cada loco con su tema.

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